martes, 23 de mayo de 2017

Recibe toda la gloria, recibe toda la honra precioso Hijo de Dios



La gloria del Hijo es también la gloria de los hijos de Dios; él conduce «a los muchos hijos hacia la gloria» (Heb 2, 10); éstos son participantes de su gloria (1 Pe 5, 1-4). Según Pablo el justificado ya participa de la gloria escatológica (2 Cor 3, 18; 4, 17), si bien en forma oculta y esencialmente en ->esperanza (Rom 8, 18). Hacia esta gloria se dirige la «expectación anhelante» de toda la creación (Rom 8, 19-23). «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres, objeto de su amor» (Lc 2, 14), anuncian las ángeles al aparecer Jesús en este mundo. La voluntad de Dios es que «el Padre sea glorificado en el Hijo» (Jn 14, 13; Flp 2, 11). Y también es voluntad de Dios que el Hijo sea glorificado en los hombres (Jn 17, 1-6). La glorificación de Dios, la de Cristo y la de los hombres están intrínsecamente relacionadas (2 Cor 4, 15); son frutos de un amor creciente, que llega a su plenitud en el «día de Cristo» (Flp 1, 9ss; 1 Pe 11, 27; 2 Pe 3, 18). En el ->reino de Dios el ->culto no tendrá más expresión que la adoración y la acción de gracias en Jesucristo (Rota 16, 27; Jds 24-25; Ap 1, 4-7; 5, 13; ->visión de Dios).


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